Historia del mantón bordado

El mantón bordado, o como lo conocemos aquí, el famoso mantón de Manila, tiene una historia tan rica y viajera como un buen fandango. Todo empieza en la antigua China, donde hace siglos ya bordaban sedas preciosas con flores, pájaros y demás cositas de la naturaleza. Estos mantones eran una auténtica maravilla y, gracias a los galeones de Manila, cruzaron mares y llegaron hasta nuestras tierras. ¡Vamos, que han viajado más que un feriante!

Resulta que los mantones salían de Filipinas, hacían parada en México y luego cruzaban el charco hasta llegar a Sevilla, la puerta de entrada de tantas cosas bonitas en España. Y claro, aquí no tardaron nada en conquistar los corazones andaluces, sobre todo de las mujeres, que le dieron su toque especial añadiéndoles flecos y adaptando los bordados para que reflejaran más nuestra esencia. Así, este trocito de tela pasó de ser un lujo asiático a un símbolo de arte y elegancia en Andalucía.

Pero no creas que el mantón se quedó solo por aquí. En Madrid, las "manolas" –esas mujeres castizas que marcaban estilo en el siglo XIX– se lo hicieron suyo, llevándolo con tanta gracia que hasta hoy sigue siendo un icono de su indumentaria. ¡Qué arte tenían estas mujeres para lucirlo con sus peinetas y claveles!

Y si hablamos de arte, no podemos olvidarnos de cómo los pintores lo inmortalizaron. ¿Sabías que maestros como Sorolla y Romero de Torres pintaron a mujeres luciendo mantones de Manila? En sus cuadros se puede ver cómo esta prenda es mucho más que un trozo de tela: es historia, identidad y orgullo.

Hoy en día, el mantón sigue siendo imprescindible en la moda flamenca y en las fiestas más nuestras. Ya sea en la Feria, en una boda o simplemente como adorno, sigue siendo ese detalle que pone el broche de oro a cualquier look. ¡Qué arte tiene nuestra tierra para tomar algo de fuera y hacerlo tan nuestro!

Así que, cuando veas un mantón de Manila, recuerda que lleva en sus hilos la historia de medio mundo, pero su alma está aquí, en Andalucía.